Revista Multitemática Virtual

12 ene 2011

Los Arabes y sus aportes del progreso del mundo


Después de sus conquistas en Europa, partiendo de España, y en Asia hasta la India, los árabes comenzaron a interesarse tanto por las civilizaciones de Occidente como por las de Oriente, a tanto que manifestaron la ambición de heredar la aportación grecorromana. Al-Manzor (712-775 d.C.) fue el primer califa que estimuló esta ambición, pues hizo traducir al árabe todos los libros de los griegos y fundó en Bagdad una especie de universidad, que comprendía una importante biblioteca y un observatorio astrológico. Durante varios siglos, el idioma árabe fue considerado como la lengua de la ciencia, y las gentes de diferentes países de Europa iban desde muy lejos a Bagdad para beber en las fuentes de la ciencia antigua salvaguardada por los árabes.

El desarrollo de la ciencia entre los árabes alcanzó su apogeo hacia los siglos IX y X y, como la astrología gozó siempre de popularidad en Oriente, fue completamente natural que los árabes dedicaran una muy particular atención a la Astronomía. Sirviéndose del Almagesto, traducción árabe del famoso Tratado de Astronomía, de Ptolomeo, los astrónomos árabes trataron, en primer lugar, de reducir las teorías a tablas, de perfeccionar los instrumentos de medida y de multiplicar las observaciones con más precisión. Pronto se dieron cuenta de ciertos errores cometidos por el astrónomo alejandrino, principalmente en lo relativo al tiempo de revolución de la Luna, los límites de los eclipses solares, las posiciones res-pectivas de Mercurio y de Venus con relación al Sol.

El descubrimiento más importante hecho por los astrónomos árabes fue la precesión de los equinoccios. Este importante aporte, se le atribuye a Al-Battani, también llamado Albatenio, gran señor, que vivió a finales del siglo IX y a comienzos del X, año 929 a.C.

Según las observaciones hechas por los antiguos, ya se sabía que las estrellas no recorrían todo el cielo, sino solamente ocho grados del Zodiaco, tanto hacia el Este como hacia el Oeste. Para explicar este fenómeno, Ptolomeo emitió la hipótesis del acceso y del receso: según él, la esfera celeste experimentaría un movimiento lento, correspondiendo un grado cada ochenta años; este movimiento se proseguía en sentido directo hasta 8 grados, y después cambiaba de sentido hasta la posición correspondiente a cero grado, momento en que el movimiento se emprendía de nuevo, pero en sentido contrario. Así, para tener en cuenta este movimiento de la esfera celeste, Ptolomeo, dedujo la necesidad de añadir un día al cálculo había sido fijado por Hiparco, que vivió trescientos años antes que él. No obstante, Al-Battani observó que, en realidad, a Hiparco le faltó añadir cuatro días y medio, según lo que había deter-minado Ptolomeo, pese a que éste le había añadido un día mas, mientras que el tiempo que había transcurrido entre Hiparco y Ptolomeo no era más que de unos setecientos años. Al- Battani renunció entonces a esta hipótesis del acceso y del receso, y se hizo el siguiente razonamiento: Para descubrir la verdad, es preciso hacer observaciones de una manera contínua, y corregir las antiguas determinaciones aplicando las enseñanza de las nuevas observaciones, es decir, seguir las pautas que habían hecho los que vivieron antes que nosotros, que co-gieron las observaciones de sus predecesores.

Esto quería decir que debía comparar sus propias mediciones con las que había hecho Ptolomeo. El tiempo y el espacio transcurridos entre estas dos épocas era bastante largo y ello le permitió encontrar un valor muy exacto de la velocidad de precesión de los equinoccios. El valor que Al-Battani había encontrado era el primero en sesenta y seis años solares. Este valor se aproxima mucho al verdadero.

Entre los físicos árabes, debe mencionarse a Al-Hazan (965-1039 a.C.), quien por primera vez trató en su libro de óptica sobre la ley de la reflexión. El autor mencionó igualmente el fenómeno de la refracción; no obstante, no estableció su ley rigurosa sobre estos nuevos conocimientos; admitía solamente que existía una relación constante entre el ángulo de incidencia y el ángulo de refracción. Por último, su libro contiene la primera descripción del principio de la cámara oscura, así como una descripción detallada del ojo humano con el humor acuoso, el cristalino, la córnea y la retina.


Prosiguiendo el sueño de los egipcios, los árabes dirigieron sus esfuerzos hacia la alquimia. Sobre transmutación de los metales ordinarios en oro, observaremos que, con el progreso actual de la ciencia los núcleos atómicos, es efectivamente posible fabricar núcleos de oro a partir de los núcleos de mercurio, elemento que ocupa la casilla inmediata al oro en la clasificación periódica de los elementos, siendo el orden creciente de los pesos atómicos. Pero conviene observar que, en el tiempo de los árabes, la cuestión de la transmutación en oro, no tenía enteramente el mismo aspecto, y se trataba sólo de una simple especulación. Debemos decir por último que, si los alquimistas árabes no lograron hallar la piedra filosofal, llegaron por lo menos a preparar ciertas aleaciones y amalgamas y encontraron numerosos ácidos y alcoholes. Así que podemos decir con sobrada razón que tienen el mérito de haber penetrado en los caminos de la metalurgia y de la química. Si se estudia la civilización de los árabes, se comprueba que tanto su ciencia como su arte suelen tener un carácter híbrido y que, a veces, carecen de originalidad, pero sea como fuere los árabes tienen el indudable mérito de haber salvado y enriquecido la ciencia antigua. Tienen también derecho a nuestro reconocimiento por haber introducido en Occidente la civilización extremo-oriental.

No hay comentarios: