La sabiduría de Salomón, como juez, se ha intentado reflejarla en la conocida historia de las mujeres que disputaban la maternidad de un recién nacido.
Una de ellas, dormida, aplastó a su hijo, causándole la muerte; pero, se apropió del hijo de otra mujer, alegando que era el suyo. Salomón, apeló al amor maternal y determinó que el niño vivo fuera cortado en dos partes, dándole una parte a cada mujer. Una de las reclamantes, llorando, suplicó al rey que no ejecutara tal sentencia, que renunciaba a la disputa, porque no quería que el niño vivo, muriera. Salomón ordenó darle el niño a esta mujer.
En realidad, la médula de esta historia ha sido relatada en otros muchos pueblos y ésta adaptación que no responde a otra cosa que al deseo de hacer resaltar la sabiduría del rey. Es posible que lo mismo suceda con la historia que cuentan los árabes: el futuro rey, cuando solo tenía 11 años, aconsejó a su padre cuál era la pena adecuada para castigar a unos delincuentes.
Judíos y musulmanes, en sus respectivos libros sagrados, el Talmud y el Corán, refieren diferentes historias exaltando la sabiduría de Salomón. De acuerdo a la tradición judía, el rey poseía una alfombra mágica, voladora, que le permitía desayunar en Damasco y comer en la Media; también que Salomón tenía un anillo mágico grabado con el nombre de Dios y con un engaste de cuatro piedras preciosas, que le habían traído cuatro ángeles y que representaban: una ballena, un águila, un león y una culebra.
Además, contaban que el sello de Salomón era la estrella de seis puntas del escudo del rey David. El trono de Salomón estaba adornado con toda suerte de animales y pájaros mecánicos, desde el buey hasta el águila, distribuidos en los seis peldaños que lo componían.
Los musulmanes contaban que el rey, en cierta ocasión, perdió su anillo mágico, que le fue substraído por el ángel rebelde Sakhr, quien, con el anillo mágico en su poder, gobernó durante cuarenta días. Pero, Sakhr, a su vez, perdió el anillo en el mar. Y Salomón lo recuperó del estómago de un pez que nadó hasta el río, en cuyas aguas se bañaba el rey.
En una ocasión, Salomón peregrinó a La Meca en su alfombra mágica y lo res-guardaban del sol una bandada de pájaros, faltando solo la abubilla, ave con una cresta de plumas. Dice la leyenda que la abubilla, para hacerse perdonar su ausencia, describió al rey sobre la incomparable belleza de Bilkis.
Salomón, no había logrado terminar de edificar el Templo prometido y murió de pie, mientras oraba a Dios. La leyenda dice que Dios permitió a sus ayudantes mantenerlo en ésa postura hasta finalizar la construcción, un año después. La reputación de sabiduría de Salomón se reflejó, también, en la literatura; así lo proclaman El cantar de los cantares, el Libro de los proverbios y el Eclesiástes.
Los judíos le atribuyen a Salomón, el Libro de los Salmos y el Libro de las Odas
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