En Roma, la principal fuente de aprovisionamiento de esclavos era la guerra; el expansionismo romano y sus continuas campañas de conquista permitieron un flujo continuo desde los primeros tiempos de la historia de la ciudad y de manera especial, a partir de las guerras fuera de la Peninsula Italiana; tras la toma de Tarento en el año 209 a C., durante la etapa final de la guerra contra Anibal, se hicieron 30.000 esclavos entre sus habitantes.
A partir de las campañas de Grecia y Oriente, especialmente desde el siglo II a. C., el número de prisioneros alcanzó los centenares de miles. Tan sólo tras la batalla de Pidna contra los griegos, en el año 168 A.C., su vencedor Emilio Paulo Vendió 150.000 hombres. Julio César, tras sólo una de las batallas de la conquiesta de las Galias, aportó de golpe 53.000 prisioneros al mercado de esclavos de Roma.
Algunos autores calculan que en total, tras varios años de campaña, César hizo posible que cerca de un millón de prisioneros galos fueran destinados a la venta. Trajano, al regreso de su segunda camapaña contra los dacios en 109, trajo consigo 50.000 prisioneros.
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