Revista Multitemática Virtual

16 jun 2011

Propiedad privada

La mitología, entre otras cosas, es un conocimiento importante para conocer y comprender los personajes e historias que nos cuentan los clásicos en sus libros y que corresponden a hechos que nos toca vivir, pese a la distancia de siglos que nos separan de lo que tomamos como leyendas del pasado. Y, sin embargo, muchos episodios que nos relata la mitología, todavía, hoy, pueden servirnos de enseñanzas en nuestros comportamientos.

Esta introducción nos sirve para presentar al dios romano Término.
Este dios, para los romanos, era el guardián de las propiedades, el protector de los límites y el vengador de las usurpaciones.
Durante el reinado de Saturno, los campos carecían de confines, todo era una posesión común y a eso se debía el que los romanos no tuvieran el sentido de propiedad; ellos, no establecían diferencias entre lo mío y lo tuyo, como nos ocurre a nosotros. Pero se produjo un cambio al aparecer la ambición, la codicia y la usurpación, que acarrearon querellas y procesos.

Entonces, Ceres, la diosa legisladora, estableció reglas ordenando que los campos fueran separados por quienes los cultivaban y la separación consistía en hileras de árboles, piedras o cualquiera señal que indicara un límite. La preferida fue un mojón y nació la costumbre de venerarlo como un dios y le dieron el nombre de Término y le asignaron un día de fiesta, que fue la fiesta terminal. Los propietarios de tierras contiguas acudían junto al Mojón que delimitaba sus tierras, depositaban guirnaldas, lo rociaban con aceite, inmolaban corderos y lechones, y se los comían las familias reunidas.

Un hecho milagroso ocurrió para dar nacimiento al dios Término.
Tarquino, el Soberbio, quiso levantar sobre el Capitolio un templo a Júpiter y fue necesario cambiar de ubicación las estatuas, los edículos y los pedestales. Todos los dioses abandonaron sin resistirse el lugar que habían ocupado hasta entonces, solo opuso resistencia el dios Término y no fue posible moverlo de su lugar, de modo, que debió quedar emplazado en el centro del nuevo templo.

Esta fábula fue divulgada entre la gente del pueblo para demostrar que los límites de los campos son sagrados y que el usurpador que tuviese la audacia de cambiarlos debía ser entregado a las Furias.
Las Furias de hoy son las leyes que rigen la Propiedad Privada.

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