Revista Multitemática Virtual

20 mar 2011

Beau Brummell - El hombre más elegante del mundo

(George Bryan Brummell) conocido como Beau Brummell («el bello Brummell») (Londres, 7 de junio de 1778 – Caen, 30 de marzo de 1840), fue el árbitro de la moda en la Inglaterra de la Regencia y amigo del príncipe Regente, que accedió al trono en 1820 como Jorge IV.
Fué exigente y elegante, a la vez que popularizó y llevó a su maxima gloria el esterotipo del "Dandy". A menudo se le acredita como el padre de la moda de hoy en día. Según The Times On line, es "la figura más importante en la historia de la moda británica."

Su abuelo fue tendero en la parroquia de Saint James. Su padre fue secretario privado de Lord North y, después, gobernador de Berkshire, cargo en el que atesoró una fortuna considerable. Desde sus primeros años de vida se interesó grandemente por la moda, y en especial por sus propios atuendos. Con doce años fue enviado a Eton, donde se hizo popular y fue llamado «Buck Brummell». Allí conoció al hombre que marcaría su destino, el futuro Jorge IV. Un día, en una lechería de moda en el Green Park de Londres, mientras estaba hablando con la propietaria entró el príncipe de Gales en compañía de la marquesa de Salisbury.

El príncipe, que quería ser conocido como el primer caballero de Europa, miró con admiración y no sin cierta envidia a Brummel, pues vio en él una impecable corbata, un no menos impecable conjunto de casaca, chaleco y pantalón y unos brillantes zapatos de punta afilada que se había puesto entonces de moda. El príncipe de Gales era gordo, y gastaba miles de libras en su vestimenta y los accesorios correspondientes (se dice que se le iban cien mil libras al año en cosas de vestir); como dato curioso, poseía, entre otras cosas, quinientos portamonedas.


Brummel era alto, bien plantado e hizo tan buena impresión en el príncipe de Gales que éste le convirtió en su amigo, lo cual llenó de estupor a la aristocracia londinense, que vio cómo el nieto del confitero asistía a las íntimas reuniones principescas. Por supuesto su elegancia llamó la atención y enseguida fue copiada. Un detalle bastará para indicar la diferencia entre la elegancia natural de Brummel y la de sus imitadores. Había heredado una fortuna de 30 libras a la muerte de su padre.

Estudió posteriormente en Oxford donde, a su reputación como hombre a la moda, añadió otra como ingenioso y de lengua afilada. Regresó a Londres e inició una intensa vida social, profundizando su amistad con el Príncipe de Gales. Ingresó en el ejército, donde ascendió al grado de capitán. Decidió abandonarlo porque no le permitía cumplir con sus múltiples obligaciones sociales. Con veintiún años heredó 30.000 libras al fallecer su padre. Con el apoyo del Príncipe de Gales y con la inmensa fortuna heredada, inicia la extraña carrera que perfeccionó como un arte.

Auge

Beau Brummell empezó así una brillante carrera como ministro de la moda y el gusto. La nobleza, los poderosos y las mujeres bellas se rendían ante sus dictados. Era un dandy, un exhibicionista, un ingenioso, verdaderamente original, que no dudó un solo instante de su buen gusto por las ropas, ni del deseo de imponer ese gusto a los demás, ni de dejar de gastar parte de su fortuna en su ropa. El retrato que le hizo John Cock lo muestra en la cumbre de su gloria y de su arte. Abogó por la higiene personal sin falta y se bañaba diariamente, como Cleopatra, en una bañera repleta de leche.

A Brummell se le atribuye la creación del traje moderno de caballero vestido con corbata o algún tipo de pañuelo anudado al cuello; también el haberlo puesto de moda. Este traje se viste ahora en casi todo el mundo en ocasiones formales y de negocios.



El Regente y Príncipe de Gales tartamudeó cuando Brummell le dijo que no le gustaba el corte de su saco de cola. En un baile, la parte posterior del vestido de la duquesa de Rutland ofendió su buen gusto. La hizo retirarse, ayudada por sus lacayos. Nunca se rebajó a trabajar. Ser dandy es una profesión de tiempo completo.

Nada más lejos de su mente las ropas con líneas y excéntricas o colores histéricos. Aspiraba al difícil y quizás imposible arte de pasar notoriamente desapercibido («conspicuosly inconspicuous»). Pudo haberlo logrado alguna noche, o tal vez algunos momentos, durante su vida, que vivió como un sueño.Tardaba más de dos horas en vestirse, por lo que era un espectáculo al que asistían algunos selectos amigos. entre ellos el príncipe de Gales. Su forma de ponerse la corbata era esperada por todos con ansiedad. Recuérdese que las corbatas de entonces consistían en unas largas tiras de tela que daban varias vueltas alrededor del cuello y se dejaban caer sobre el pecho en forma negligente. Brummel se levantaba el cuello de la camisa, entonces de proporciones considerables, hasta que casi le tapaba la cara y a continuación se anudaba la corbata, cosa no muy sencilla al parecer por cuanto ensayaba diez, quince v hasta veinte veces acertar con el nudo. Cada vez que fallaba, la corbata era tirada al suelo y reemplazada por otra. Cuando por fin quedaba satisfecho, Brummel miraba las corbatas desechadas y decía:

- ¡Hay que ver cuántos errores se cometen!

Relación con Jorge IV

Jorge IV fue conocido en su juventud como Prinny, y era también un dandy. Asumió el trono después de ser el Regente durante varios años, tras ser declarado su padre, el rey, legalmente incapaz. Vano y egocéntrico, mandó construir un salón de banquetes en Brighton (Royal Pavilion), que con su delirante decoración oriental competía con cualquiera en el mundo. Jorge IV servía comidas pantagruélicas de hasta más de cien platos: comía hasta hartarse y, ahíto, se hacía sangrar por sus médicos «para evitar la congestión».

El rey era obeso, caprichoso, dilapidador, adicto a dar bailes y cenas, mujeriego compulsivo, hiperbólico en su tendencia a autoadornarse; aparecía en sus fiestas polveado y con el pelo rizado. Vestía de satén rosa con el saco de cola adornado de abalorios y con el sombrero saturado de lentejuelas. Brummell trató de ordenar esa exuberancia. Se hicieron amigos íntimos. El príncipe lo colocó, en pago, en la mejor sociedad londinense. Soportó todas las insolencias de Brummell, e incluso las aplaudió; al fin, como era de esperarse, pelearon.

(Jorge IV del Reino Unido)

La caída

Un día estaban Brummel, el príncipe de Gales y unos amigos tomando café tras la cena y en un momento dado el primero dijo al príncipe:

-Gales, llama a un criado.

Aquel día el príncipe debía de estar de mal humor, pues cuando llamó al criado y lo tuvo delante le dijo:

-El señor Brummel se va, acompáñale hasta la puerta-

Al final, la fortuna de Brummell no fue capaz de soportar tan desenfrenado tren de vida. Con treinta y ocho años perdió tanto su fortuna como el favor del rey. Los acreedores comenzaron a acosar su casa. Brummell no salía de su casa sino de noche, ya que de día ésta se encontraba rodeada de una turbamulta de zapateros, joyeros, sastres, hacedores de botas y comerciantes de vinos. A los treinta y ocho años y para evitar la prisión, huyó a Calais. Allí trató de vestir con un mínimo decoro pero su ruina era ya completa. En Francia fue al fin a la cárcel. Los acreedores volvieron a surgir y se lanzaron sobre él cuando fue destituido de su cargo. No

pudo comprarse más ropa. Un sastre de Caen, movido de compasión y de respeto por quien había sido el rey de la elegancia. le arreglaba bien que mal y gratuitamente los vestidos que le quedaban.

Parecía que no podía caer más bajo, pero en mayo de 1835 fue detenido por deudas y conducido a la cárcel. El duque de Beaufort y lord Alvanley se enteraron en Londres del suceso y patrocinaron una suscripción para que recobrase la libertad.

Cuando salió de la cárcel, Brummel ya no era ni una sombra de lo que había sido. Perdía constantemente la memoria y se alojó en una pequeña habitación del hotel Inglaterra, de tercera o cuarta clase. Allí pasaba horas enteras sin moverse de su habitación. Un día una inglesa de la que no se conoce el nombre se presentó en el hotel preguntando por Brummel y alquiló una habitación que daba a la escalera para verlo pasar. Lo que vio fue un hombre de cara idiotizada, hablando consigo mismo y vestido pobremente. Cuando el dueño del hotel subió a ver qué quería la señora en cuestión se la encontró llorando sentada en un sillón. Probablemente era una de tantas admiradoras que Brummel había tenido en Londres.

Su razón fue declinando. Varias veces los ocupantes del hotel lo vieron requisar sillas que trasladaba a su cuarto. Las ponía arrimadas a la pared. encendía unas velas y solemnemente abría la puerta de su habitación mientras decía en alta voz:

-¡Su alteza real el príncipe de Gales!… ¡Lady Conyngham!… ¡Lord Alvanley!… ¡Lady Worcester!… ¡Gracias por haber venido!… ¡El duque de Beaufort!…

Indicaba a cada uno de sus fantomáticos invitados la silla que les había destinado y luego volvía a abrir la puerta y exclamaba con énfasis:

-¡Sir George Brummel!

Y despertando de su sueño delirante miraba las sillas vacías y se derrumbaba en el suelo sollozando.

Algunos amigos trataron de rescatarlo y le asignaron una pequeña renta mensual que le servía para pagar la habitación en una pensión. Se trasladó a Caen. Incapaz de vivir sino como un príncipe, dejó de vestirse, bañarse y afeitarse. De noche, en el mísero cuarto de la pensión, organizaba simulacros de las grandes cenas que había vivido. Después de dos apoplejías de origen sifilítico, Beau Brummell murió en el asilo de caridad pública del Bon Saveur en Caen
el 24 de marzo de 1840.

Una vez le preguntaron a Brummel; ¿Cuál es tu secreto para seducir a las mujeres ? a lo que contestó:

“Tratar a las verduleras como duquesas y a las Duquesas como verduleras”


Fragmento de la pelicula Beau Brummell "The Charming Man".

No hay comentarios: